jueves, 26 de marzo de 2020

LA VOCACION Y REALIZACION DE LA PERSONA HUMANA




La vida no depende completamente de nosotros. Está en nuestras manos cuidarla y hacer que se desarrolle bien, conforme a la voluntad de Dios que nos hizo a su imagen y semejanza.
Dios ha creado a cada ser humano y le ha regalado un don muy especial al que podemos llamar vocación. El primer llamado o vocación que nos hace Dios es el de ser personas y para ello nos dio las capacidades de pensar, sentir y actuar.









Cuentos con moraleja: “De cómo Dios elige y da una vocación”
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Un mesonero buscaba una vasija para un estimado cliente.
-Elígeme a mí –grita una copa dorada-. Brillo y estoy reluciente. Mi belleza y lustre superan a los de todas los demás. ¡El oro es lo mejor!
El mesonero siguió inspeccionando sin decir una sola palabra.
Se quedó mirando una copa plateada de silueta curvilínea y alta:
-Estaré en tu mesa siempre que te sientes a comer. Mi diseño es elegante. Además, la plata viste mucho.
Sin prestar mayor atención a lo que oía, el mesonero puso sus ojos en una copa de bronce. Estaba pulida, y además era amplia y poco profunda:
-¡Fíjate, fíjate! –gritaba la copa-; sé que te serviré. Colócame sobre la mesa para que todos me vean.
-¡Mírame! –suplicó la copa de cristal-. No oculto nada, soy transparente y clara como el agua de un manantial. Aunque soy frágil estoy segura de que te haré feliz.
El mesonero se acercó después a una copa hecha de madera. Estaba bien pulida y labrada, parecía sólida y robusta:
-Tengo muchos usos, señor –dijo la copa de madera-. Aunque es mejor que me utilices para agua, no para el vino.
Por último el mesonero reparó en una copa de barro cocido. Estaba algo rota, sucia, polvorienta y arrumbada en un rincón de la bodega.
-¡Aaaaah! Ésta es la copa que andaba buscando. La arreglaré la limpiaré y la utilizaré. No busco una que esté orgullosa de sí misma. Sólo necesito una sencilla copa de barro, resistente y fuerte en la que el continente no distraiga de la calidad de su contenido.
Luego, con cuidado, tomó aquella copa de barro, la compuso, la limpió, la llenó y se dirigió a ella con simpatía:
-Este es el trabajo que quiero que desempeñes: dar a los demás lo que yo te doy a ti.











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